¡Bienvenido!
«¿Aquel momento ya es leyenda? Nos fuimos a Sevilla. ¿Quiénes? Unos amigos por contactos casuales. Un buen azar que resultó destino.»
– Jorge Guillén –
Te encuentras en el blog de la ruta literaria Poetas del 27 del IES Martín de Aldehuela de Málaga.
Un blog es un lugar de encuentro abierto a la participación en el que todos pueden colaborar para compartir su conocimiento.
Hemos creado este blog con el fin de tener un espacio que nos permita divulgar todas las experiencias y los materiales desarrollados durante la preparación de la ruta literaria.
¡Os invitamos a todos a participar!
Hola soy Daniel Vega y aquí os muestro un poema de Juan Ramón Jiménez:
ADOLESCENCIA
En el balcón, un instante
nos quedamos los dos solos.
desde la dulce mañana
de aquel día éramos novios.
El paisaje soñoliento
dormía sus vagos tonos,
bajo el cielo gris y rosa
del crepúsculo de otoño.
Le dije que iba a besarla;
bajó, serena, los ojos
y me ofreció sus mejillas
como quien pierde un tesoro.
Caían las hojas muertas,
en el jardín silencioso,
y en el aire erraba aún
un perfume de heliotropos.
No se atrevía a mirarme;
le dije que éramos novios,
…y las lágrimas rodaron
de sus ojos melancólicos.
Hola soy Patricia Fredes Sulla y os dejo aquí un poema de Emilio Prados:
Aparente quietud ante tus ojos.
Aparente quietud ante tus ojos,
aquí, esta herida —no hay ajenos límites—,
hoy es el fiel de tu equilibrio estable.
La herida es tuya, el cuerpo en que está abierta
es tuyo, aun yerto y lívido. Ven, toca,
baja, más cerca. ¿Acaso ves tu origen
entrando por tus ojos a esta parte
contraria de la vida? ¿Qué has hallado?
¿Algo que no sea tuyo en permanencia?
Tira tu daga. Tira tus sentidos.
Dentro de ti te engendra lo que has dado,
fue tuyo y siempre es acción continua.
Esta herida es testigo: nadie ha muerto.
Hola soy Davinia y os voy a mostrar una de las poesías donde Vicente Aleixandre describía la ciudad de Málaga como un paraíso. Aunque nació en Sevilla siempre le ha tenido mucho cariño a Málaga, ya que se crió en nuestra ciudad. De ahí el nombre:
CIUDAD DEL PARAÍSO
Siempren te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos.
Colgada del imponente monte, apenas detenia
en tu vertical caída a las ondas azules,
pareces reinar bajo el cielo, sobre las aguas,
intermedia en los aires, como si una mano dichosa
te hubiera retenido, un momento de gloria,
antes de hundirte para siempre en las olas amantes.
Pero tú duras, nunca deciendes, y el mar suspira
o brama por tí, ciudad de mis días alegres,
ciudad madre y blanquísima donde viví, y recuerdo,
angélica ciudad que, más alta que el mar, presides sus espumas.
Calles apenas, leves, musicales. Jardines
donde flores tropicales elevan sus juveniles palmas gruesas.
Palmas de luz que sobre las cabezas, aladas,
merecen el brillo de la brisa y suspenden
por un instante labios celestiales que cruzan
con destino a las islas remotísimas, mágicas,
que allá en el azul índigo, libertadas, navegan.
Allí también viví, allí, ciudad graciosa, ciudad honda.
Allí donde los jóvenes resbalan sobre la piedra amable,
y donde las rutilantes paredes besan siempre
a quienes siempre cruzan, hervidores de brillos.
Allí fuí conducido por una mano materna.
Acaso de una reja florida una guitarra triste
cantaba la súbita canción suspendida en el tiempo;
quieta la noche, más quieto el amante,
bajo la lucha eterna que instantánea transcurre.
Un soplo de eternidad pudo destruirte,
ciudad prodigiosa, momento que en la mente de un Dios emergiste.
Los hombres por un sueño vivieron, no vivieron,
eternamente fúlgidos como un soplo divino.
Jardines, flores. Mar alentado como un brazo que anhela
a la ciudad voladora entre monte y abismo,
blanca en los aires, con calidad de pájaro suspenso
que nunca arriba. ¡Oh ciudad no en la tierra!
Por aquella mano materna fui llevado ligero
por tus calles ingrávidas. Pie desnudo en el día.
Pie desnudo en la noche. Luna grande. Sol puro.
Allí el cielo eras tú, ciudad que en él morabas.
Ciudad que en él volabas con tus alas abiertas